En un balance de los diez años de Ni Una Menos, Gómez Alcorta enfatizó que los resultados son "sumamente positivos". Destacó que el sentido que se le dió a esta lucha abarca no solo a las mujeres, sino también a la comunidad LGBTIQ+ en su totalidad: "Nuestro feminismo es transfeminismo", afirmó. Esta declaración sin duda destaca la visión inclusiva del movimiento, que buscó integrar las diversas experiencias de violencia y discriminación que enfrentan lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y travestis, ampliando así el alcance de la lucha contra la violencia de género.
La exministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, destacó que el 3 de junio marcó un antes y un después para las luchas feministas en Argentina. "Hubo una inflexión en nuestras luchas, un punto de no retorno", afirmó convencida.
Este quiebre, según esta, “a pesar de sus idas y vueltas, propició dos fenómenos clave: una masificación sin precedentes del movimiento y un gran nivel de organización entre sus filas”. En otras palabras, la movilización no sólo convocó a una cantidad masiva de personas, sino que también impulsó una estructura más sólida y coordinada para llevar adelante estas demandas.
Según la abogada, “la masificación del movimiento Ni Una Menos transformó la naturaleza de su reclamo. Lo que comenzó como un grito colectivo y urgente contra los femicidios —no solo queremos que no nos maten— evolucionó hacia una demanda más profunda y porosa: la exigencia de vidas dignas de ser vividas”.
Esta evolución implicó que la lucha trascendió la mera denuncia de la violencia, cuya máxima expresión son los femicidios, para abarcar un espectro más amplio de derechos y condiciones que permitan a mujeres, lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y travestis gozar de una existencia plena. La "forma porosa" de la demanda, que sugiere Gómez Alcorta, se permea en diversos aspectos de la sociedad, buscando transformar estructuras y garantizar la dignidad en todos los ámbitos.
Sin embargo, la exministra destacó que, a diez años del primer Ni Una Menos, el panorama de las políticas públicas destinadas a abordar la violencia de género en Argentina es "muy distinto". Esta situación, reflexionó, "reafirma el hecho de que no se puede acabar con la violencia de género sin políticas públicas".
Gómez Alcorta recalcó la importancia de que el Estado asuma la problemática como una cuestión pública de primer orden. "Es imprescindible que un Estado coloque, como cualquier problema que es público, en primera escena esta problemática y, a la vez, que piense integralmente cómo erradicarla o contrarrestarla".
También enfatizó que la principal causa de la violencia de género son las desigualdades de género y para abordarlas y erradicarlas, el Estado juega un papel crucial, debiendo concebir un enfoque integral que abarque diversas esferas. Según la exministra, es indispensable que “el Estado actúe en clave de: Educación, Salud, Trabajo, Previsión Social y Créditos, Representación Política y Sindical”.
Además de estas políticas transversales, Gómez Alcorta subrayó la necesidad de políticas de prevención específicas de la violencia, que incluyan asistencia y acompañamiento a las víctimas. En síntesis, para la exfuncionaria, "se necesitan necesariamente políticas públicas" que aborden la desigualdad desde múltiples frentes y así combatir de raíz la violencia de género.