En una provincia donde el peronismo supo gobernar —hasta 2015— y articular poder sindical, territorial y legislativo, hoy enfrenta su peor desempeño electoral en años.
La jornada del 26 de octubre confirmó lo que los sondeos anticipaban: el peronismo en Jujuy no logra recomponerse. Con dos listas enfrentadas y sin articulación ni narrativa común frente a los oficialismos —nacional y provincial—, sus candidatos quedaron lejos de disputar bancas. El fenómeno no es nuevo, pero esta elección marca un punto de inflexión: ni siquiera logró capitalizar el desgaste del oficialismo provincial ni la dispersión de las demás fuerzas políticas.
División estructural
Desde 2015, el peronismo jujeño repite una dinámica de fractura que no logra revertir. La falta de una conducción nacional efectiva —pese a la jefatura formal de Cristina Kirchner— ha impedido articular una estrategia común, tanto en Jujuy como en otras provincias del norte argentino, como Salta y Misiones.
En el plano local, la escasa voluntad de sectores dirigenciales que integran Primero Jujuy Avanza profundizó la desunión. En lugar de apostar por una reconstrucción partidaria, priorizaron alianzas “empresariales o de clase” con el oficialismo provincial (esto comenzó a cambiar, pero será motivo de otro análisis), conformando un bloque que piensa y practica la política desde intereses sectoriales antes que desde una lógica de representación popular.
En este escenario, Fuerza Patria se presentó como uno de los dos frentes peronistas en competencia, integrado por el Partido Justicialista, Por Jujuy, Nuevo Encuentro por la Democracia y la Equidad, la Concertación Forja, el Partido Blanco de los Trabajadores y el Partido Solidario. Llevó como candidata principal a Leila Chaher, acompañada por Juan Manuel Soler y Alicia Chalabe. Los suplentes fueron Juan Giusti, Daniela Jaled y Santiago Zamora.

A nivel nacional, Fuerza Patria logró consolidarse como segunda fuerza, con el 33,6% de los votos y 16 nuevas bancas en la Cámara de Diputados. En distritos como Buenos Aires, incluso disputó el primer lugar frente a La Libertad Avanza, lo que demuestra que el frente conserva capacidad de representación en algunos territorios clave.
Sin embargo, en Jujuy su desempeño fue notoriamente inferior. El contraste revela que la crisis del peronismo jujeño no responde, como muchos creían, únicamente a la dinámica nacional, sino que tiene causas estructurales propias: fragmentación interna, pérdida de territorialidad y desconexión con las demandas locales.
Por su parte, Primero Jujuy Avanza aglutinó a espacios y referentes como Carlos Haquim (Primero Jujuy), Martín Palmieri (Hacemos), Rubén Rivarola (Jujuy Avanza) y Agustín Perassi (Gana Jujuy). También recibió el respaldo de figuras como Carolina y Julio Moisés, y el exrector de la UNJu Rodolfo Tecchi, entre otros dirigentes con algún peso.
Con el 99,61% de las mesas escrutadas, Fuerza Patria obtuvo el 15,51% de los votos (63.112) y quedó en tercer lugar, mientras que Primero Jujuy Avanza alcanzó el 15,13% (61.539), ubicándose en cuarto. Ninguno logró superar el umbral necesario para disputar las tres bancas en juego. Además, la expectativa de que esta elección resolviera la interna peronista se desvaneció: no hubo ganadores, y coronar vencedores entre los perdedores sería, cuanto menos, insólito.
¿Por qué pierde el peronismo?
El primer factor es la desconexión territorial. La pérdida de peso real de los referentes locales es evidente. Primero Jujuy Avanza reúne a dirigentes con trayectoria —Rivarola, Haquim, Moisés, Jenefes— que aún conservan presencia en el interior, pero ya no logran renovar vínculos con sus bases. La política que encarnan parece agotada, y no hay señales de reconstrucción efectiva.
El segundo factor es la falta de cuadros nuevos. No existe relevo generacional ni apertura a nuevas voces. Y cuando emergen figuras jóvenes, lo hacen replicando estrategias y narrativas perimidas, sin capacidad de interpelar a un electorado que demanda otras formas de representación: más cercanas, más horizontales y más conectadas con las urgencias sociales.
Referentes de ambos sectores coinciden en que la división interna fue determinante en el fracaso electoral, y que la falta de renovación dirigencial contribuyó al resultado adverso. “No podemos generar un peronismo competitivo repitiendo fórmulas que ya no funcionan. Lo estamos viendo en el peronismo y en la política jujeña en general, que le dijo basta a las viejas estructuras”, señaló una referente del Partido Justicialista. En la misma línea, un dirigente joven expresó la necesidad de “rearmar completamente el espacio”.
Como se mencionó, la fragmentación interna también pesó. Si el peronismo hubiera competido en unidad, el resultado podría haber sido distinto. Incluso en el contexto actual, una estrategia común habría permitido superar los números del oficialismo, que terminó en segundo lugar. Pero no hubo ni estrategia ni narrativa. Ambas fuerzas presentaron campañas desdibujadas, sin propuestas diferenciadas ni posicionamiento claro frente al modelo jujeño de Jujuy Crece en el Congreso y al nacional de La Libertad Avanza. En muchos casos, los slogans apelaron a fórmulas vacías que subestimaron al electorado, sin conectar con sus demandas ni ofrecer alternativas reales.
Apelar a consignas como “La fuerza de los jujeños” o al simple “Verdadero peronismo”, sin ahondar en lo que la ciudadanía atraviesa y necesita, resultó no solo insuficiente, sino contraproducente. Concentrar la disputa entre los propios sectores peronistas, en lugar de construir una propuesta sólida frente al oficialismo, terminó por desdibujar aún más su rol como fuerza opositora.
Para tener en cuenta y reflexionar
La elección del 26 de octubre dejó una marca inédita: por primera vez desde el retorno democrático en 1983, el Partido Justicialista no logró obtener representación nacional. Ni una banca, ni una voz. El dato no es menor: habla de una ruptura histórica entre el peronismo y su base electoral en la provincia.
No obstante, como señalamos anteriormente, si se sumaran los votos de Fuerza Patria y Primero Jujuy Avanza, el peronismo habría quedado en segundo lugar. Pero esa hipótesis no alcanza para revertir el hecho político: ninguna de las dos listas logró polarizar con La Libertad Avanza, como sí ocurrió en otras provincias. En Jujuy, simplemente no hubo confrontación. Ni desde el oficialismo, ni desde las fuerzas emergentes, pero especialmente, no desde el peronismo.
Otro elemento clave es la desaparición del trabajo político en San Salvador de Jujuy, que si bien se puede remontar en votos, coyunturalmente, como ahora, el PJ de Rivarola y compañía conserva un residual militante/votante en el interior; que esta vez Fuerza Patria, con Leila Chaher, supo aprovechar y conseguir una ventaja crucial en cambio en la capital, Fuerza Patria no puede lograr un trabajo territorial sostenido lo que se reflejo en estas elecciones. Si esto no se reviente ambos espacios están condenados a la irrelevancia. La ausencia de estrategia “urbana”, de discurso interpelador y de militancia activa en la ciudad más poblada de la provincia suma, en parte, al derrumbe.
Un proyecto sin sentido
Apenas conocidos los resultados oficiales, Primero Jujuy Avanza, de la mano de su principal candidato, se apresuró a responsabilizar a Fuerza Patria por la derrota y la fragmentación del espacio peronista. No obstante, al día siguiente, algunos viejos dirigentes de este espacio ya se reunieron con La Libertad Avanza. ¿Acaso para trabajar juntos?
Al mismo tiempo, este espacio volvió a la palestra e insistió en la necesidad de recuperar el Partido Justicialista de la intervención nacional y proyectarse competitivamente hacia 2027. Sin embargo, esa reacción revela una síntesis política débil y desconectada de lo que expresaron las urnas.
El peronismo jujeño no solo perdió votos: perdió sentido de proyecto. La división interna no es meramente electoral; es estratégica, generacional y simbólica. Por eso, peor que verlos divididos es verlos juntos en esas condiciones.
En una provincia donde supo ser fuerza dominante, hoy se enfrenta al desafío de reconstruirse desde los márgenes, con una dirigencia que debe decidir si quiere volver a representar a las mayorías o seguir orbitando en alianzas sin alma, sin narrativa y sin vocación transformadora.
