Repasemos un poco de historia. Durante gran parte del siglo XX, el mercado laboral jujeño se ha concentrado en dos sectores tradicionales: azúcar y tabaco. Pero por los años 40 se crea Altos Hornos Zapla, el primer complejo siderúrgico integral argentino para la fundición de hierro, con la utilización de carbón vegetal mediante centros forestales en las serranías de Zapla. Los palpaleños lo recordarán como una huella imborrable de su localidad. El intento de industrialización de la provincia mediante una empresa de tal magnitud iba en relación al sueño desarrollista de la época, para pasar de la producción agroexportadora al valor agregado de industria pesada. Durante varias décadas, cerca de 8.000 obreros calificados trabajaban en la empresa, dando identidad y renombre a un complejo siderúrgico único en el país ¡Qué tiempos de antaño, lo viejo funciona, Juan! Sin embargo, no todo es color de rosa ni hay tantas rosas en la primavera marchita de los 90, cuando las políticas industriales pegan un giro importante: apertura comercial, privatizaciones y desindustrialización nacional lo que también se tradujo en una fragmentación del mercado de trabajo jujeño y nacional. ¿La anécdota? Se privatiza Altos Hornos Zapla, mientras que Celulosa Jujuy, otra gran empresa papelera con vinculación con la forestoindustria del conglomerado Jujuy-Palpalá, cae abruptamente por la apertura indiscriminada de importaciones. La historia ya es conocida: el cierre industrialista volcó la producción y el trabajo jujeño a una reprimarización de sus capacidades y al anclaje del trabajo en el sector de servicios. Por ello, se terminaron los trabajos largoplacistas, aburridos, sindicalizados, colectivos y fabriles, el real empleo de oro en los años dorados del capitalismo del siglo XX, y se volcaron los trabajos cool, las casas de té, las dietéticas, el transporte precario, el almacén pictográfico, etc. No es que estén mal o bien esos trabajos, pero no pueden ser los únicos para dar mejores condiciones de vida. Se necesita producir materia, generar valor agregado, exportar, todo lo que quieren las wachas. Estoy exagerando. No son tan cool los nuevos trabajos, pero sí configuraron el mercado laboral que en su momento la provincia había conseguido a través del empleo industrial. Esto también quiere decir varias cosas: desindicalización, empleo informal o en negro ¿individualización de las relaciones sociales? Tal vez. En fin, se preguntaran por qué es importante mencionar la historia de la provincia si estamos tan alejados de ella. Porque a veces la historia y el pasado siguen operando en nuestras conciencias, y no conocerla es no conocer su sociedad. Una sociedad que no se conoce, no se analiza, está destinada al fracaso colectivo de repetir mismos errores, mismas piedras. Robert Castel, sociólogo francés, escribió en 1995 “La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del asalariado”, un libro que da cuenta de este ciclo que menciono: del pasaje del asalariado al cuentapropista, de la industria al sector servicios.
Volvamos al glorioso presente. Los datos sobre desocupación que se esbozan en la nota oficial no parecen falsos. ¡3,1% de jujeños del conglomerado de San Salvador-Palpalá están desocupados! Sin embargo, ¿esto significa necesariamente que hoy un empleo alcanza para cubrir la canasta básica mensual? Al contrastar los datos mismos del informe de Estadísticas e indicadores regionales de OEDE (Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial), de los 64.805 trabajadores registrados por sector, el 54% pertenece al sector servicios y comercios -sectores más volátiles-, mientras que el 17,7% a la industria. Esto, sin contar a los trabajadores informales y no registrados -precisamente, cuentapropistas en su gran mayoría-. Y en el mismo informe, en la sección de remuneraciones promedio de los trabajadores registrados del sector privado por actividad, ¿adivinen cuánto es el promedio en el rubro de comercio? $1.124.866 pesos argentinos. Si bien parecen valores altos y considerables apenas superan el costo de la canasta básica total de un hogar tipo II en la provincia de Jujuy que se ubica en $1.061.646 pesos argentinos, correspondiente al mes de mayo. ¿Qué quiero decir con esto? Que si bien los datos esbozados por las diversas autoridades gubernamentales de la provincia son ciertos, en términos de la baja de desempleo, eso no se traduce en una mejora en las condiciones de vida de los hogares jujeños. Entonces, ¿cómo hacen los hogares jujeños para llegar a fin de mes? Pues, dos opciones: o se endeudan con mercado pago o buscan changas, trabajos temporales, estacionales, con mayor precarización e incertidumbre, ya que el sueldo promedio de un trabajador registrado no parece superar holgadamente a la canasta básica total. Esto que Castel en su momento llamó la metamorfosis de la cuestión social, no es más ni menos que la fragmentación del mercado de trabajo, el cambio de piel de un obrero calificado por un cuentapropista que hace malabares para llegar a fin de mes; y donde ahora se profundiza con la llamada “uberización de la economía”, en contextos adversos para los trabajadores. Si bien se celebra la baja inflación por parte de un gran sector de la población, eso no quiere decir que el costo de vida sea por demás elevado en comparación con los ingresos de los hogares. El servicio reemplaza a la industria, y la incertidumbre reemplaza al largo plazo. Por lo tanto, ¿celebrar un 3,1% no es caer en una trampa sobre una realidad parcializada? Los números, en muchas ocasiones, si bien configuran datos reales, lo hacen sobre una porción sesgada, por lo que es más difícil y aburrido ver la torta completa para entender mejor un fenómeno. Pero es necesario.
El sueño industrialista, a pesar de todo, sigue vigente, en la producción de valor local, en la creación de sectores con potencialidades: litio, energía solar, textil, etc. El problema es saber aprovechar los recursos, las capacidades de la provincia en función del crecimiento social y económico de su población y no en la concentración de riquezas o buscar el efecto derrame de “si a mi empresa le va bien, entonces yo voy a ganar más”. De esta forma, mientras el mercado de trabajo de los jujeños no se analice en su totalidad, no se problematicen sus síntomas ni se encierre en números un tanto engañosos, muy difícilmente haya un proyecto de provincia que fomente el asalariado y contenga al cuentapropista. Y los tiempos corren más urgentemente que ayer, pero no es tarde.

